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MILAGROS PÉREZ OLIVA, DEFENSORA DEL LECTOR DE "El PAÍS"

"Los hospitales han pasado de una cultura paternalista a otra de más igualdad”

09 de mayo de 2011
Milagros Pérez Oliva es licenciada en Ciencias de la Información por la Universitad Autónoma de Barcelona y también cursó estudios de Derecho en la Universitad de Barcelona. Desde 1982 trabaja al diario El País, donde actualmente ejerce de defensora del lector. Ha colaborado regularmente como analista en diferentes programas, como “Hora 25” y “El Balcó”, de Cadena Ser, “La Mañana”, de Catalunya Ràdio, “Buenos días Cataluña”, de Tv3, y “59 segundos”, de TVE. Su tarea periodística se ha centrado en las especialidades de biomedicina y salud, y ha recibido varios galardones en este campo, como por ejemplo el Premio Bienestar Social (1996), del Ayuntamiento de Barcelona, el premio de la Sociedad Española de Medicina General (2008) y el Premio Nacional de Periodismo (2006), concedido por el Departamento de Cultura de la Generalitat de Cataluña. Recientemente ha estado en el Hospital Son Llàtzer, donde ha impartido un taller al personal sanitario titulado “Expectativas de salud en la sociedad mediática global”.


¿Considera  que actualmente las informaciones sanitarias crean falsas expectativas en los lectores/pacientes sobre las posibilidades de la medicina?
La creación de falsas expectativas es la consecuencia de una dinámica en la cual intervienen la industria farmacéutica, el sistema médico y los periodistas. La competencia entre los laboratorios y los equipos de investigación hace que los adelantos médicos que todavía están en la fase preliminar se comuniquen, al mismo tiempo, a las revistas científicas y también a los medios de comunicación general. Para que un medicamento llegue al mercado tienen que pasar por lo menos diez años, periodo durante el cual tiene que demostrar su eficacia, que no es nocivo y que cura realmente lo que dice curar. Lo que ocurre es que la medicina, hoy, se presenta a los medios de comunicación en términos de futuro. Esto, unido a un discurso geográfico de los adelantos médicos y tecnológicos, crea en la ciudadanía la impresión de que la medicina lo puede resolver todo. Entonces, cuando un médico dice a un paciente que en su caso no le puede curar el cáncer, que no le puede calmar el dolor, el paciente se pregunta como le puede decir esto si cada día lee en los medios de comunicación noticias sobre nuevos adelantos científicos.

¿Piensa que precisamente estas falsas expectativas han hecho que cambie la relación entre el médico y el paciente?
Pero no sólo por eso: influyen otras cosas, como por ejemplo que los hospitales han tenido que pasar de una cultura paternalista con relación al paciente a una cultura más de igualdad. El médico siempre tendrá preeminencia, porque tiene el conocimiento, y tiene que tenerla, porque es el experto en la materia; pero el paciente cada vez es más consciente de sus derechos y está mucho más informado. Quiere que el médico le informe y tomar sus propias decisiones. Esto sería positivo si el médico y el paciente estuvieran en un plano de cooperación. El problema es que muchos pacientes están imbuidos por la cultura del consumismo y de la queja; y, cuando acuden al médico, más que informados muchas veces van desinformados debido a las búsquedas que han hecho en Internet. Por lo tanto, nos encontramos no sólo con un paciente que reivindica su derecho a ser bien tratado sino con un paciente impaciente: reclama mucho y no tolera la frustración y la negativa. Entiende que la mejor atención es aquella en la que le hacen más pruebas, y esto es un problema porque se incrementa la demanda en un momento en que los recursos son muy limitados.

Puede la presión de los medios de comunicación propiciar decisiones y reacciones anticipadas de las autoridades sanitarias ante crisis como las de la gripe aviar o la gripe A?
Sí, y también en el caso de la vacuna contra el papiloma. Existe una dinámica en la que se toman decisiones políticas bajo la presión de estados de opinión creados previamente de manera artificial, es decir, sin que se produzca un debate bastante extenso y en términos científicos. A veces, en estos debates intervienen factores ajenos a la medicina y a la ciencia. Esto tiene que ver con la cultura de la urgencia, en la que los políticos se ven abocados a tomar decisiones preventivas —por si acaso pasa algo—, que muchas veces no están basadas en datos reales sino en hipótesis, cómo ha pasado en los casos de la gripe aviar y la gripe A, en que se lanzó la hipótesis que el virus podía mutar y ser potencialmente letal. Las dos crisis fueron muy similares: se presentaron ante la ciudadanía bajo el parámetro del peor escenario posible, lo cual obligó a los políticos a tomar decisiones urgentes y rápidas, como por ejemplo comprar *Tamiflu®, que médicamente no tenía una eficacia terapéutica demostrada. En el caso de la gripe A, se dio la paradoja de que España compró la vacuna para seis millones de personas, y al final se suministró a dos millones, creo. Francia compró para el 50 % de la población y Suiza, para el 100 %. Todos estos países tenían los mismos elementos para decidir cuántas vacunas comprarían, y aún así cada uno compró para un porcentaje de población diferente. Esta compra fue una decisión obligada por un estado de la opinión pública que los medios de comunicación contribuyeron a crear ofreciendo informaciones alarmistas. También la OMS desarrolló un papel importante, porque hizo un llamamiento mundial, cosa que creó una hiperreacción en los países más ricos que los llevó a gastar millones y millones de euros, a pesar de que este dinero se habrían podido gastar en otro tipo de actuaciones.

¿Hay algo que los medios de comunicación puedan hacer para cambiar esta dinámica?
Esta es una dinámica perversa, porque los medios de comunicación son especialmente sensibles a las amenazas y a las noticias negativas. Por definición, una noticia muy negativa o muy grave es más noticia que una amenaza pequeña. Por lo tanto, una crisis como la de la gripe aviar o de la gripe A nos sitúa en el peor escenario posible. Los diarios titulan “La gripe A golpeará cuatro de cada diez europeos”, y después resulta que mucha gente la ha sufrido y ni se ha enterado. Al final, ha habido menos muertes pos la gripe A que por la estacional. Además, los primeros treinta muertos salieron todos en los medios de comunicación. Esto también tiene que ver con un mundo globalizado, donde esta sociedad asustadiza, como la define Simon Bauman, tiene muchos miedos, y si cualquier amenaza se ve por la televisión, por hipotética o remota que sea —aunque pase en Indonesia— es cómo si fuera una amenaza cercana.


¿No habría que hacer un llamamiento a los medios de comunicación para que reflexionaran para dejar de crear estos estados de alarma?

Sí, se ha hecho desde diferentes ámbitos: yo lo he hecho como defensora del lector de El País, y se ha hecho desde los colegios de periodistas, pero no ha servido de nada. La autocrítica que hicimos sobre el virus del síndrome respiratorio agudo grave y la gripe aviar no consiguió que no se repitiera lo mismo con la gripe A; más bien se creó el mismo alarmismo multiplicado por tres.


Es decir ¿no hay manera de pararlo?
Lo importante no es el factor individual, sino el de arrastre que tiene la dinámica periodística. Los medios de comunicación crean alarma, las autoridades sanitarias responden a la alarma, el ministro de turno se considera mejor y aumenta su popularidad en las encuestas si da una respuesta preventiva al nivel máximo. Puesto que esto incrementa su popularidad, los medios se ven legitimados en su alarma. Medios y autoridades se legitiman mutuamente y hacen crecer la espiral de la alarma. Y al final, quien se atreve a pararla? Cuál es el ministro que decide no comprar *Tamiflu® cuando el país vecino está comprando? Qué comunidad autónoma se atreve a no administrar la vacuna contra el papiloma como obligatoria —o la vacuna contra el neumococo o cualquier otra— si la del lado lo hace? Todo el mundo está atrapado, nadie tiene fuerza para parar un huracám que nos arrastra a todos, hasta que se agota por cansancio.





 

Milagros Pérez Oliva, defensora del lector de El País

Milagros Pérez Oliva, defensora del lector de El País

“Los medios de comunicación crean la alarma y las autoridades sanitarias responden a esta alarma”

“En la cultura de la urgencia, los políticos se ven abocados a tomar decisiones preventivas”